
¿Alguna vez has escuchado que la formación es solo para quienes no rinden bien? ¿O que interrumpe demasiado el ritmo de trabajo como para merecer la pena? ¿Tal vez que no tiene un impacto real en los resultados? Si estas frases te resultan familiares, no estás solo.
A pesar del avance de las organizaciones hacia modelos más digitales, flexibles y orientados al talento, todavía existen muchas creencias limitantes sobre la formación corporativa. Mitos que frenan la inversión en algo tan esencial como preparar a los equipos para los retos actuales (y futuros).
El problema es que estos mitos, aunque parezcan inofensivos, pueden condicionar decisiones clave. Y en un entorno tan cambiante como el actual, no formar a los equipos de forma adecuada no solo limita el crecimiento, sino que puede poner en riesgo la competitividad de la empresa.
Este es, probablemente, uno de los mitos más antiguos y persistentes. La idea de que la formación es una especie de “parche” para corregir carencias o poner al día a los recién incorporados ha calado hondo en muchas organizaciones.
Pero esta visión no solo es reduccionista, también es peligrosa. Porque asume que quienes ya tienen experiencia no necesitan seguir aprendiendo. Y en el contexto actual, eso simplemente no es cierto.
En este escenario, la formación se convierte en una palanca esencial. No se trata solo de enseñar nuevas competencias, sino de preparar a las personas para afrontar la transformación con confianza, claridad y actitud positiva.
Hoy en día, el cambio es constante: nuevas herramientas, nuevas metodologías, nuevas formas de trabajar. Incluso los perfiles más senior necesitan formación para adaptarse a los cambios tecnológicos, liderar equipos en entornos híbridos o tomar decisiones basadas en datos.
¿Quién se beneficia realmente de la formación?.
La formación no es un remedio para los “problemas” individuales, es una inversión en el potencial colectivo. No se trata de tapar agujeros, sino de anticiparse a los desafíos.
Otro clásico. Muchas empresas reconocen que la formación es importante, pero la descartan rápidamente con el argumento de que “ahora no es buen momento”, “no podemos parar” o “nos quita demasiado tiempo operativo”.
Esta percepción es comprensible, sobre todo en empresas donde el día a día es muy exigente. Pero parte de un enfoque cortoplacista que puede salir caro.
¿Realmente la formación interrumpe o ayuda?
Este mito es especialmente común en organizaciones que han tenido malas experiencias con formaciones genéricas, mal ejecutadas o sin un objetivo claro.
Y lo cierto es que sin una planificación adecuada y sin indicadores claros, es difícil medir el impacto de cualquier iniciativa, no solo de la formación. Pero eso no significa que el impacto no exista.
¿Qué resultados reales puede generar la formación?
Y sí, es posible medir el ROI (Retorno de la Inversión) en formación. En nuestro artículo sobre cómo calcular el ROI en formación empresarial explicamos cómo hacerlo paso a paso, de forma práctica.
La clave está en definir objetivos, vincularlos a indicadores y realizar un seguimiento. La formación bien diseñada genera resultados. Medibles. Claros. Relevantes.
Este mito parte de la buena intención, pero con una lógica equivocada. Si el objetivo es formar, ¿por qué no usar un curso ya hecho que cubra “lo básico”? La respuesta es simple: lo básico rara vez es suficiente.
Cada empresa tiene su cultura, sus procesos, sus retos. Por tanto, la formación debe estar alineada con esa realidad para que realmente transforme.
¿Por qué la personalización marca la diferencia?
Un buen ejemplo es la formación en ciberseguridad. Un curso general puede explicar los conceptos básicos, pero no será igual de eficaz que uno diseñado para los riesgos específicos del sector o del entorno tecnológico de la empresa.
Desde CEI, trabajamos siempre con un enfoque de formación 100 % a medida. Analizamos las necesidades, los perfiles, los objetivos y el contexto para diseñar programas que realmente encajen con lo que la empresa necesita hoy… y mañana.
Esta creencia se basa en una visión del aprendizaje como algo puntual, como una fase que se “completa” y se cierra. Pero en un entorno donde las herramientas, los modelos de negocio y las expectativas cambian cada año (o cada mes), esa idea ya no tiene sentido.
Hoy se habla cada vez más de aprendizaje continuo. No como una moda, sino como una necesidad estratégica.
¿Por qué la formación continua es clave?
En nuestro artículo sobre cómo la formación continua reduce la rotación, explicamos cómo este enfoque contribuye directamente a la retención del talento y a la estabilidad del equipo.
Formar una vez y pensar que ya está todo hecho es como poner gasolina una sola vez al coche y esperar que dure toda la vida. La formación debe ser parte del día a día de una empresa que quiere crecer.
Superar estos mitos no solo implica cambiar la forma en que pensamos la formación, sino también cómo la gestionamos. Invertir en formación ya no es una cuestión de “si”, sino de “cómo”.
Y ese “cómo” debe basarse en una visión estratégica, adaptada a los desafíos reales de la empresa, con objetivos claros y una metodología flexible. Solo así la formación dejará de ser vista como un gasto… y se convertirá en una herramienta de transformación.
Porque los beneficios están ahí:
¿Estás listo para derribar las barreras que impiden el crecimiento de tu equipo? En CEI, te ofrecemos soluciones de formación adaptadas a tus desafíos, con programas flexibles, personalizados y enfocados en resultados reales.
Con más de 30 años de experiencia en formación, ayudamos a empresas de todos los tamaños a diseñar itinerarios formativos que realmente marcan la diferencia.
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